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viernes, 5 de marzo de 2010

La Crónica / Tlalpenses VS gasolinera / Feb 24



Opinión de
(René Avilés Fabila | )

Demanda contra ciudadanos

René Avilés Fabila | Opinión
Miércoles 24 de Febrero, 2010 | Hora de modificación: 01:01


En México, DF, acaba de quedar libre el joven que ebrio embistió en Insurgentes Sur a un policía y lo mató. Las autoridades no han sido capaces de atrapar a quien baleó a Cabañas. Nadie resultó responsable por los destrozos que ocasionaron las aguas negras en Chalco y en Iztapalapa. En México, sí, en el democrático, plural y libertario México, Marcelo Ebrard hace y deshace, los delegados también y desde luego las autoridades judiciales, campeonas de la corrupción. La inseguridad reina y Javier Aguirre es linchado por decir que tiene miedo de la situación y en cuanto cumpla su compromiso se va del país. El error fue decir lo que tantos pensamos.

Pero la ley funciona en México. Y en efecto es ciega. Se hace fuerte y aguerrida cuando se trata de ciudadanos inermes. Resulta que hace un par de meses un grupo de vecinos agraviados por la corrupción de la Delegación Tlalpan que autorizó una gasolinería en una zona inadecuada y a dos pasos de otra ha sido ya reprimido, amenazado y vejado. Su tenaz combate para evitar que pongan junto a sus casas un expendio de gasolina los colocó en la mira del delegado Higinio Chávez, un hombre de escasa escolaridad y demasiadas ambiciones, cómplice del anterior, Guillermo Sánchez Torres, quien hizo negocios con el dueño del afamado restaurante Enrique, un señor Talavera. En venganza, el restaurantero millonario optó por demandar a 20 ciudadanos que se limitaron a defender su derecho a vivir tranquilamente en un condominio. Los acusa de ¡daño moral! De ganar, cada uno le tendrá que entregar un millón de pesos más los gastos ocasionados por el juicio. Los que allí viven e hicieron la defensa de sus propiedades son personas de no muchos recursos, una es maestra de la UAM, otro más jubilado de la UNAM. Ahora enfrentan una aterradora demanda.

No es sencillo que un afortunado hombre de negocios, con capacidad hasta para sobornar autoridades, pueda probar que sufrió daño moral a menos que sea un excelente actor y llore a causa de los sufrimientos que una veintena de ciudadanos modestos le ocasionó. Conozco casos de tal índole y jamás triunfa el demandado a menos que encuentre (lo que tampoco es difícil) un juez tramposo. Pero lo grave es que hayamos llegado a tal grado de bajeza e inmoralidad. Ahora resulta que el ofendido es el empresario que ha intentado, con tal de hacer más dinero, poner una gasolinería en una zona que legalmente no lo permite. En este diario ha aparecido suficiente información al respecto. El restaurante Enrique pudo extenderse, su dueño, Talavera, pudo poner otro negocio culinario de estilo francés para variar (allí sólo están taquerías pretenciosas y comida mexicana de dudosa calidad), pero no, decidió poner en la parte más angosta de Insurgentes, donde sólo hay dos ajustados carriles, una gasolinería. Esa es una zona extraña, hay una universidad confesional, dos hoteles de paso, una gasolinería (otra, desde luego) y comercios diversos. Todo ello junto hace que el tránsito sea lento y los peatones peligren, pues Enrique y otros comercios permiten lo que no está permitido, estacionar autos en la banqueta.

Pero ahora los ciudadanos son culpables, le echaron a perder un negocio a un propietario de restaurantes y al delegado una comisión. Dicho sea de paso, mi rumbo, en esa misma delegación, se ha llenado de vendedores ambulantes que hacen lo que les viene en gana y los paseantes dejan una buena cantidad de basura que nadie recoge. Eso sí, el predial es exagerado. Paga uno por servicios de primera clase en una zona degradada por la corrupción de las autoridades, en línea directa de El Pino hasta Higinio. Sólo hay que ver la historia de cada uno de ellos, en especial el paso fugaz de Carlos Ímaz.

Los vecinos de Residencial Tlalpan II están asustados y no es para menos. Saben que en esta ciudad la ley existe pero beneficia a los poderosos, no desconocen que desde Marcelo Ebrard hasta el delegado de Tlalpan son autoritarios y corruptos, todo lo hacen para mantener el poder en sus manos. ¿Cómo enfrentar a una fuerza de tal naturaleza, que tiene abogados y recursos sin límite para no sólo humillar a los residentes de Tlalpan II, sino para meterlos a la cárcel? Al reportear, uno de ellos me conmovió: busca un abogado eficaz, honesto, no costoso para defenderse de la atroz demanda. ¿Dónde va a encontrarlo? En Suiza o en Dinamarca. El problema es que la demanda está en el DF, donde desde hace 10 años reina la corrupción más inaudita que todavía muchos se niegan a aceptar. Hay inseguridad en todos lados, menos aquí, hay problemas en la totalidad del país, menos en la capital. Éste es el discurso demagógico de Ebrard, quien gobierna de espaldas a la ciudadanía y con miras a su carrera política. La pregunta es cuál. ¿En serio imagina que puede ser presidente de México? Hasta aquí llegó.


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