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| De acuerdo con un boletín de prensa dado a conocer el día de ayer, hay indicios cada vez más certeros de que la clausura que hizo Seduvi a la gasolinería denominada “El tlalpense” será de carácter permanente y hay compromisos de las autoridades capitalinas para proceder a su demolición.
Supongo que será un largo camino porque existen varios recursos legales de por medio. Entre los más inverosímiles se encuentra una denuncia por daño moral contra algunos de los vecinos del Conjunto Residencial Tlalpan 2 que defendieron su patrimonio y el entorno ciudadano después de probar, en un tortuoso proceso que implicó cierres parciales de la Avenida Insurgentes, una serie de irregularidades en las que incurrieron los dueños del expendio clausurado. Entre ellas proporcionar datos falsos a Seduvi. De esta historia todavía no concluida, se desprenden algunas lecciones:
1) Los dueños de “El tlalpense” procedieron así porque contaron con la asesoría y aquiescencia de autoridades delegacionales y probablemente del GDF. A los ojos de la opinión pública, en esta película sólo hay un malvado. Pero si el empresario procedió a construir un expendio de gasolina bajo argucias y maniobras que violentaban una serie de normatividades cabe preguntarse: ¿sus cómplices en este fallido negocio no asumirán su responsabilidad? No se trata de victimizar al inversionista, pero es evidente que sus malos asesores tienen que enfrentar las consecuencias.
2) En el hipotético caso de que el empresario se haya ido por la libre y acelerado la construcción (hoy clausurada por Seduvi), las preguntas obvias son: ¿no hay inspectores? ¿no hay seguimiento de prensa que advierta a las autoridades involucradas “oye, aquí hay dos notas que dicen que la licencia que autorizamos para la ampliación del changarro de comida es en realidad para abrir una gasolinería”?
3) Aunque las movilizaciones de los vecinos de Tlalpan 2 resultaron muy importantes en su lucha hubo varios factores determinantes, los cito y empiezo por el más obvio: les asiste la razón, ofrecen información permanentemente a la opinión pública, exhiben documentos firmados que prueban sus dichos, están asesorados legalmente y tienen un hábil portavoz que transmite la información sin que se vicie con el ruido de múltiples protagonistas o infiltrados que hace fracasar a la mayoría de los movimientos ciudadanos.
4) El primer precedente de lucha ciudadana articulada y con resultados exitosos en la demarcación, lo dieron los vecinos de Pro Bosque de Tlalpan y los patrones que siguieron resultaron efectivos. Ahora hay un modelo funcional que se ha ido perfeccionando.
5) Construir ciudadanía en un país tan autoritario como el nuestro implica gastos. En efecto, si los vecinos llegaron a este nivel en su lucha no fue gratuito. Están pagando de su bolsillo la asesoría legal y los servicios de una agencia noticiosa. Este precedente podría servir a otros ciudadanos para articular redes de ayuda. De las múltiples ONGs que existen, que desaparecen y nacen, algunas podrían fijarse como meta tomar casos como éstos en su vertiente legal o comunicativa e incluirlos en sus planes de trabajo o en su fase constitutiva.
6) Esta victoria, y la expongo como tal porque para Ebrad dar marcha atrás en su compromiso de apoyar a los vecinos en esta lucha sería contraproducente, proviene de un cálculo político: nos olvidamos de este empresario antes de que el Programa de Desarrollo Urbano que hará de Tlalpan una plancha de cemento y de cada casa un microchangarro se nos venga abajo.
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Letras al pie
Afuera de Plaza Cuicuilco, en pleno camellón sobre Avenida San Fernando y cubierto con plásticos negros, hay un pozo de extracción de agua y varias pipas transportadoras de ese líquido. El crecimiento desordenado, corrupto y ecocida de Tlalpan, que comparte con el Estado de México parte del bosque de agua, tiene que frenarse. Por sentido común. ¿Quién querrá invertir en una ciudad caótica, de lento desplazamiento, con pésimos servicios y a punto de quedarse sin agua?
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